9 de septiembre de 2008

Recoger de lo sembrado

No quepo en mi de lo orgullosa que estoy de mis hijos. A día de hoy recibo de ellos un testimonio que me emociona, me hace temblar y mis ojos se llenan de lágrimas. Lagrimas de gozo y de alegría. Mañana Dios dirá, que a veces debido a mi gran exigencia me olvido de lo positivo que me dan que no es poco.

Me dan lecciones de compromiso, renuncia, cariño, entrega, resignación ante la enfermedad, alegría y mucha paciencia, porque yo soy muy pesada sobre todo con el tema del orden.

Verlos crecer y poder acompañarlos en sus primeras decisiones importantes, esas decisiones que marcan el camino que se está escogiendo, es un gozo que sólo se paga plenamente con uno de sus beso+achuchón.

Le pido a Dios que me dé muchos años para poder ver como se convierten en grandes personas, no por el tamaño de su cuerpo, sino por el tamaño de sus corazones.

Y también le pido que sepa estar atenta a todo lo que puedo aprender de ellos día a día, a tener paciencia y no desesperarme, que entre la siembra y la recolecta, hay que esperar que el fruto crezca y madure. (Pero... en todo caso ... ¡que recojan su habitación!)

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