8 de agosto de 2008

Señales para recordar

No creo a pies juntillas como alguna de mis amigas, pero voy a tener que creer por narices, además estoy leyendo el último libro de Isabel Allende, y creo que esto también ejerce cierta influencia. Pero lo crea o no estas señales existieron y no quiero olvidarlas nunca.

1. Primera señal: Primera noche, paseo con mi padre y Manolo por la carretea que va desde el pueblo de mi madre, La Unión de Campos (Tierra de Campos, Valladolid), hasta otro pueblo cercano, Valdunquillo. Llegamos casi “hasta el árbol” a la entrada de ese pueblo. De vuelta hacia La Unión un gran escalofrío me recorrió entera de los pies a la cabeza y noté que mi madre estaba presente, nos estaba acompañando en ese paseo, tal y como tantas veces siento que me acompaña en otros recorridos de mi vida. No me cabe duda, Esclavi estaba allí, sentí su calor y su olor a flores. Mi madre me transmitía paz.

2. Segunda señal: El día que fuimos a Mayorga , a la residencia donde vive mi tía Joaquina desde que murió mi madre, a despedirnos de ella. Yo que no tenía por costumbre llorar al despedirme del pueblo sentí una gran tristeza después de decirle adiós a Joaquina. Recordé como mi abuela, mi tía y mi madre lloraban cuando se acababan las vacaciones, sobre todo los últimos veranos antes de morir mi abuela Ciriaca, quien tuvo el gusto de superar el siglo de vida en 1993 y aguantar hasta casi 6 años más. Así que fueron muchas despedidas. Después de sentir aquella amarga tristeza, me invadió esa inmensa soledad que tantas veces siento. Íbamos todos en el coche camino de La Unión de Campos, lloraba, me sentía sola. En aquel preciso instante vimos un águila que parecía estar esperándonos apostada en uno de los cables de la luz que acompaña de forma silenciosa las carreteras de esa zona de Castilla la Vieja. Cuando pasamos echo a volar, y nos acompañó, me acompañó volando por encima del coche hasta que entramos en el pueblo. Mi madre me transmitía fortaleza.

3. Tercera señal: Camino de La Unión de Campos a Huesca. Salimos del pueblo a las 4 de la madrugada ya que teníamos que llegar a Huesca a las doce, hora del chupinazo de las fiestas de San Lorenzo, donde nos encontraríamos con un montón de buenos amigos y amigas, ¿buenos amigos y amigas?, esto se queda corto porque en realidad los quiero como si fueran de mi propia familia, así que mejor, hermanos y hermanas.
Manolo conducía y Mertixell y Víctor iban durmiendo, sonaba una de las canciones del CD de Juan Luis Guerra “Para ti”, exactamente el “Aleluya”: Aleluya, aleluya, gloria a Dios en las alturas…cuando pasábamos justo por detrás del monumento al Sagrado Corazón de Jesús, que se encuentra en un otero a las afueras Palencia. Mi madre me transmitía confianza.

Un instante después una enorme estrella fugaz cruzo el cielo, dejando a su paso una larguísima e instantánea cola de luz, ¡era increíble, nunca había visto nada igual! Mi madre me transmitía luz.

Estas son las señales y no quiero olvidarlas.

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