9 de octubre de 2008

Una teoría

Lo que me compro me lo pongo ¡pero ya!.


Yo, alguna que otra vez, he salido de zapaterías con los zapatos que me acababa de comprar puestos en mis piececitos, o también con unos tejanos (o jeans como dice mi amiga Marisol) recién adquiridos: me los pruebo, los pago y luego le digo al personal de los probadores que voy a pasar a ponérmelos, y salgo de la tienda estrenando mis nuevos pantalones. Esto quizás sea un pelín exagerado pero seguro que no soy la única que ha hecho algo así, parecido o “peor”.


Lo de ponerme las nuevas adquisiciones ¡pero ya!, no lo hago por mí, lo hago por los demás, no quiero ser desconsiderada y prefiero evitarles un sufrimiento innecesario, ya que puede pasar que no me de tiempo de estrenar aquello que compré (hay que recordar que no sabemos ni el día ni la hora) y entonces a los que se quedan aquí, que les toca recoger mi armario con mis cosas (¡pedazo de faena!), cuando se encuentren con esos zapatos o esos tejanos a los que todavía les cuelga la etiqueta de la tienda ...:


“pobrecita, ¡no le dio tiempo ni a estrenarlos!”. (pena sobre pena)


Así que procuro estar preparada por si me llega el momento, ¡y no dejar nada por estrenar!.


Bueno, pues eso, que lo hago por los demás, para que llegado el caso no sufran inútilmente.


¿A que soy buena?

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