24 de septiembre de 2011

Pena, penita, pena

Hoy se cumplen seis años del entierro de mi madre, justo sobre las doce de mediodía, la hora del ángelus.
Recuerdo que al poco tiempo de morir mi madre, le pregunté a mi amiga Mariló que cuando se pasaba ese nudo que te oprime el pecho, y ella me contestó por propia experiencia que nunca, y en aquel momento me quedé totalmente desconcertada; yo me pregunté ¿y entonces? ¿Qué hace una entonces?...pues seguir, tal y como sigue amaneciendo cada día.
Y es verdad, no se pasa el nudo, no se pasa la pena, está ahí acechando para aparecer en cualquier momento y para hacerse fuertemente presente cuando llegan estos días y con ellos el recuerdo de los últimos momentos compartidos.
Ayer añadí  al nudo que me oprime estos días una penita más, otra pérdida, la de una persona querida y admirada; algo a lo que tarde o temprano sabía que me tendría que enfrentar, volví al Citilab sabiendo que nunca más me encontraré allí con Vicenç, con su sonrisa, su mirada, su abrazo, su beso.
¡Que duras son las despedidas de las personas que nos dejan huella! ¡Que felicidad haber compartido con ellas sus sueños!

Mama, te quiero.

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